
VIDA ESPIRITUAL
Vida Espiritual
"Pero cuando Él, el Espíritu de Verdad venga, los guiará a la verdad completa"
(Juan 16, 13)
Dios se nos ha revelado y su mayor don no ha sido darnos el conocimiento de sí, si no el dársenos Él mismo.
La vida espiritual nace de la comunión con Dios, de estar unidos a él. Nuestra alma y espíritu es inmortal pues fuimos creados a su imagen y semejanza, y Dios es un Dios de vivos, no de muertos (Lc 20, 38). Pero sólo hay vida eterna en Dios. Y la muerte eterna que es estar alejados de Dios eternamente (maldición eterna o muerte espiritual): "… he puesto ante ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Escoge, pues, la vida para que vivas tú y tu descendencia (Jeremías 21, 8)."
Para tener vida en nosotros debemos conocer y amar a Dios tal y como es, es decir, tal y como se ha revelado (no como nos lo imaginemos o haciéndonos un Dios según nuestro capricho). Dios se ha revelado a sí mismo a través de los Patriarcas, de Moisés y los profetas, y por supuesto del Mesías, el Hijo de Dios vivo: Jesucristo, que se ha quedado con nosotros a lo largo de la historia en su Iglesia fiel, bajo la guía del Espíritu Santo.
Es importante por lo tanto conocer los novísimos (puedes profundizar en la pestaña de Escatología y profecías), los Mandamientos de su Ley de Amor, los Sacramentos y los Sacramentales a través de los cuales actúa su Santo Espíritu en nosotros.
Para permanecer fuerte en la vida cristiana, conviene hacer de vez en cuando Ejercicios Espirituales y Retiros. Además de la oración, que explicamos en otra pestaña, te recomendamos las prácticas penitenciales del ayuno y la abstinencia.
Por último, debemos siempre seguir formándonos para conocer y amar más a Dios y a los demás. Por esto conviene hacer lectura de la Sagrada Escritura, del Magisterio de la Iglesia y de vidas ejemplares de santos. "Yo te mostraré mi fe por mis obras" (Santiago 2, 18)
Toda la vida espiritual debe concretarse en obras, sino no tiene sentido. No se trata de una fe solo intelectual, sino de un corazón de carne en el que habite el Señor.